sábado, 27 de octubre de 2007

Y dices...

Dices que te sientes solo, que estás cansado de ir de flor en flor, que los Casanova ya no están de moda. Dices que la vida te hastía, que necesitas emoción en tu vida, un cambio, un giro de 180º. Que el amor te desgarra el alma, y sales cada noche en busca de un sucedáneo, alguien disfrazado de pasión, de cariño, que sacie tu sed, aunque sólo sea por unas horas. Te pierdes en el juego del amor, creyendo que conoces sus reglas, y en cada encuentro inventas una nueva norma. Y tu ego crece con cada aventura. Y cada noche un simulacro, una escena de eso que llamas amor, mil veces repetida. Y cada noche una marca en tu piel, que se borra a la noche siguiente. Un millón de cuerpos que se confunden con uno solo. Crees que eres un vampiro en busca de sangre fresca, y no te das cuenta que aquí la víctima eres tú.

Prometes fidelidad a un cuerpo que ni siquiera te pertenece, te enredas, y trepas, intentando llegar a lo más alto, y no te das cuenta que no avanzas, que la meta queda aún muy lejos, y tú todavía no has empezado la carrera. Te enfundas en tu traje de superhéroe, creyendo salvar vidas, y ni tan siquiera eres capaz de salvar la tuya propia.

Una escena mil veces repetida; cada noche un rostro distinto, y una sonrisa distinta, y un cuerpo distinto. Cada noche una sabor distino, de unos besos distintos, de unos labios distintos. Cada noche sube el telón de un teatro distinto, de una obra distinta, pero con un final idéntico. Un mismo protagonista, con un mismo guión. Y cada noche retomas el camino, de vuelta a casa, creyendo que algo ha cambiado, y sintiéndote exactamente igual. Igual que ayer, y que hoy, y que mañana. Embriagado por un perfume que ni siquiera reconoces, porque cambia cada noche. Pero el amor no tiene rostro, ni manos, ni cuerpo. El amor no tiene nombre, ni aroma, ni silueta. El amor no se encuentra en una noche, ni en toda una vida. El amor no se puede tocar, ni oler, ni sentir.

Dices que buscas un ángel blanco, que sane tus heridas, que te devuelva la paz y la armonía que perdiste (o que tal vez nunca tuviste). Que camine de tu mano, y que se ría contigo. Que te muestre las maravillas del mundo, y que te enseñe a sonreír. Que tenga un alma pura y limpia, y que sepa emocionarte con sus versos. Que dé pasos firmes, sin titubear, sin vacilar. Que te cuente sus secretos, y que no tenga miedo a nada. Que cante junto a ti, y que cuente junto a ti. Que te mire a los ojos, y perderte en su mirada.

Buscas, persigues, anhelas, deseas... y cada noche el mismo ritual. El protagonista vuelve a salir a escena, con un mismo guión, y un mismo final. Una misma dirección, con un mismo destino. Y un millón de cuerpos que se confunden con uno solo. Y un millón de besos, y de caricias. Un millón de rostros sin nombre, y un millón de aromas. Un millón de manos que tocan sin tocar, un millón de corazones que sienten sin sentir. Y tú en medio, perdido entre ese millón de almas que se pierden en cada noche para volverse a encontrar.

Y dices...

No hay comentarios: