jueves, 27 de marzo de 2008

Yo sólo creo en Billy Wilder

Con faldas y a lo loco. Y sin bragas, que corra el aire. Esta noche voy a follar, que no puede ser que no hayas caído aún. Sé que te haces el interesante conmigo, pero no sé cuántas veces decirte que conmigo te puedes ahorrar esa cursilería de versos pseudorománticos que les escribes a las otras chicas. Que yo no quiero que me bajes las estrellas ni la luna, que las pongas a mis pies. Que yo no necesito escuchar de tus labios cuánto me amas, que no puedes vivir sin mí, que cuando yo no estoy te cuesta respirar. Que reserves tus caricias y tus miradas de bobalicón enamorado para la madre de tus hijos. Que yo sólo quiero que te emborraches conmigo, y que follemos en el lavabao del bar. Que pasees tu lengua por cada rincón de mi cuerpo, que me untes, que me metas y que me saques. Yo no quiero ramos de flores en nuestro aniversario, ni un anillo para mi cumpleaños. Ni cenas con velas, ni tardes ni tempranos. Yo sólo quiero que follemos, y después... me abraces como si hoy se acabase el mundo, me mires a los ojos y me digas que conmigo sientes lo que nadie es capaz de hacerte sentir. Que revientes de amor por mí. Que no, que yo no soy como las demás.

jueves, 20 de marzo de 2008

Un solo de palabras

A simple vista son sólo palabras, palabras que se cruzan, chocan y rebotan. Unas veces visten de gris, ese color que no es blanco, ni es negro, que siempre está en el medio. Otras se disfrazan con colores más chillones, o se pintan con tonos más profundos, más pasionales. Hay momentos en los que incluso se desnudan, se despojan, se abren y se muestran tal y como son, sin máscaras, sin maquillaje. Sí, tal vez sean sólo palabras, que vienen y van, que inventan y rememoran, que sonríen, o que lloran. Palabras suaves como el terciopelo, crudas como la realidad, abstractas y mágicas. Sí, quizás sean sólo palabras, pero cuando se miran a los ojos, cuando se dan la mano, cuando se besan, como dos enamorados, despiertan los instintos más primitivos, más puros, y recorren cada centímetro de nuestra piel en una caricia eterna.

No importa que vistan de gris, o de negro, como se viste el cielo en una tarde de tormenta. No importa que bailen, que canten, que chillen o que callen. No importa que dancen en un renglón, o que se esparzan como gotas de lluvia. Que intenten caminar en línea recta, o que vayan dando tumbos sobre las hojas desgastadas de aquella libreta amarilla. No importa que a veces se escondan tras el telón por miedo a salir a escena, o que den el do de pecho y se planten firmes, serenas y seguras. No importa si me crees o no, pero tus palabras nunca serán sólo palabras, porque nacen de ti, y se mezclan contigo, y se enlazan con ingenio y sentimiento para desembocar en esas mentes inquietas que saben apreciar lo que es bueno. Porque hay estilos diversos, y formas de hacer diversas, pero la tinta que derrama tu pluma siempre crea algo original, genuino, diferente. Y no se admite discusión.

domingo, 16 de marzo de 2008

Siempre en medio, justo en medio

Porque el dolor es masoquista, y sentarse en medio de dos verdades te deja el culo como si hubieras estado una semana entera cagando. Siempre en medio, justo en medio. Porque mi tolerancia a los mentirosos es flexible como una goma, y a veces cuando la suelto sin querer me da en toda la cara. Siempre en medio, justo en medio.

lunes, 10 de marzo de 2008

Como Pe

Juego a la ruleta rusa con los dedos de la mano izquierda, mientras por los altavoces del circo suena una tal Christina desgañitándose. Y el flequillo se me mete en los ojos cuando intento agachar la cabeza disimuladamente para no darme de frente con tu mirada. Porque con zapatos de tacón no sé andar, y las suelas de mis bambas están desgastadas, casi rotas. El dependiente me mira con extrañeza cuando le pido si tienen máscara que alargue las pestañas hasta el infinito, y me contesta con un no se crea todo lo que sale por la tele, señorita. Así que me doy la vuelta y me voy con mis uñas despintadas a otra parte.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Agujeros encharcados

Bohemio y soñador, introvertido, bufanda al cuello y libro en mano, siempre. Paquete de tabaco en el bolsillo, cerillas en el corazón. Sentado en el banco más oscuro y apartado del parque, perdido entre líneas de versos sin rima, poesía romántica, literatura contemporánea. Componiendo de memoria estrofas de una canción que sabe que nunca terminará, dando de comer unas cuantas migas de pan a cuatro palomas que se posan a su lado, inocentes y hambrientas. Calmado y sosegado, rebelde de pensamiento, pacífico en sus actos. Pantalones agujereados por donde se cuela el frío del invierno más crudo, guantes de lana viejos, y un gorro calado hasta las orejas, con el que se siente más protegido, más ausente, y más anónimo. Gabardina tan gris como las lluviosas tardes londinenses, a la que le faltan dos botones, y tan desgastada como los besos que ya nunca da. Anota en un cuaderno cuatro frases que se pasean, fugaces, por su pensamiento, y que consigue captar antes de que salgan corriendo, letra temblorosa que nadie entiende, palabras inventadas que nadie cree. Dibuja iniciales en la arena con un palo de madera, y las borra con la suela de sus zapatos descordados, para que no quede rastro de un pasado que va haciendo aguas en su memoria. Edificios altos que asoman en el horizonte, tapando los rayos de un sol que ya se puso el pijama y se lavó los dientes. Barba de tres días (¿pues sabes que te hace más interesante?) bajo una piel irritada que guarda las caricias de una de esas iniciales sin nombre, y que de vez en cuando vuelve a sentir raspando sus mejillas como si fuese una cuchilla oxidada. Gafas de aumento para una vista cansada (cansada de ver), que se quedan colgadas en mitad de su nariz cada vez que agacha la cabeza para volver a perderse entre unas líneas que no sabe de dónde vienen, hacia dónde van. Pañuelo de tela con esa misma inicial (sin nombre) bordada a mano, que esconde en su pecho, que acelera su boom-boom cada vez que lo roza. Risas al fondo, que se confunden con el humo que sale de su boca, mezcla de frío y de tabaco. Cientos de iniciales que revolotean alrededor, que se convierten en una sola, que no desaparece con el humo, ni con el frío. Y alarga su mano, y la agarra bien fuerte, y se la guarda en el bolsillo, junto al tabaco, para poder fumársela después y expulsar el humo lejos, hasta que se pierda en el horizonte, se confunda con el sol, y se abrase para siempre.