miércoles, 5 de marzo de 2008

Agujeros encharcados

Bohemio y soñador, introvertido, bufanda al cuello y libro en mano, siempre. Paquete de tabaco en el bolsillo, cerillas en el corazón. Sentado en el banco más oscuro y apartado del parque, perdido entre líneas de versos sin rima, poesía romántica, literatura contemporánea. Componiendo de memoria estrofas de una canción que sabe que nunca terminará, dando de comer unas cuantas migas de pan a cuatro palomas que se posan a su lado, inocentes y hambrientas. Calmado y sosegado, rebelde de pensamiento, pacífico en sus actos. Pantalones agujereados por donde se cuela el frío del invierno más crudo, guantes de lana viejos, y un gorro calado hasta las orejas, con el que se siente más protegido, más ausente, y más anónimo. Gabardina tan gris como las lluviosas tardes londinenses, a la que le faltan dos botones, y tan desgastada como los besos que ya nunca da. Anota en un cuaderno cuatro frases que se pasean, fugaces, por su pensamiento, y que consigue captar antes de que salgan corriendo, letra temblorosa que nadie entiende, palabras inventadas que nadie cree. Dibuja iniciales en la arena con un palo de madera, y las borra con la suela de sus zapatos descordados, para que no quede rastro de un pasado que va haciendo aguas en su memoria. Edificios altos que asoman en el horizonte, tapando los rayos de un sol que ya se puso el pijama y se lavó los dientes. Barba de tres días (¿pues sabes que te hace más interesante?) bajo una piel irritada que guarda las caricias de una de esas iniciales sin nombre, y que de vez en cuando vuelve a sentir raspando sus mejillas como si fuese una cuchilla oxidada. Gafas de aumento para una vista cansada (cansada de ver), que se quedan colgadas en mitad de su nariz cada vez que agacha la cabeza para volver a perderse entre unas líneas que no sabe de dónde vienen, hacia dónde van. Pañuelo de tela con esa misma inicial (sin nombre) bordada a mano, que esconde en su pecho, que acelera su boom-boom cada vez que lo roza. Risas al fondo, que se confunden con el humo que sale de su boca, mezcla de frío y de tabaco. Cientos de iniciales que revolotean alrededor, que se convierten en una sola, que no desaparece con el humo, ni con el frío. Y alarga su mano, y la agarra bien fuerte, y se la guarda en el bolsillo, junto al tabaco, para poder fumársela después y expulsar el humo lejos, hasta que se pierda en el horizonte, se confunda con el sol, y se abrase para siempre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me recuerdas a alguien en tu forma de escribir, matando a cada palabra, suspirando entre una coma y otra. Me ha gustado encontrarte entre páginas dispuestas al azar y ganas prensadas en mis manos y mis ojos.
Quizás algún día regrese y me quede por más tiempo.

Lucía.