miércoles, 27 de enero de 2010

Largo domingo de nostalgia

Lágrimas de domingo por la tarde, de película de sobremesa rancia y de argumento mil veces utilizado. Lágrimas de nostalgia que provoca el propio aburrimiento del "no tengo nada que hacer". Lágrimas que provienen de esa canción que no estuviste a tiempo de pasar y te quedaste escuchando por mera desidia, mezclada con ese masoquismo que no deja marcas en tu piel (pero sí cicatrices en tu corazón y desgarros en tu alma).

Y el télefono sigue intacto en el mismo sitio de siempre, deseando que suene, que despierte de su eterno letargo, permanente y constante, y sabiendo a ciencia cierta que tu nombre no volverá a parpadear en su pequeña pantalla.

Lágrimas de domingo por la tarde, que la llegada del lunes borrará, que la rutina de la semana acabará por arrastrar, y quedarán relegadas a un segundo plano. Lágrimas con fecha de caducidad, que debes consumir preferentemente antes de (ver dorso), pero que resucitan, renacen de sus cenizas, cual Ave Fénix, justo una semana después, intentando que no se cuele ninguna a deshora, porque tienen su momento, y su lugar.

Y no dejo de preguntarme la causa, la razón y el porqué; qué tendrán las tardes de domingo (sin ti) que todo lo vuelve del revés, casi sin darte cuenta, de dónde proviene su poder devastador que consigue cambiar tu ánimo en cuestión de minutos, que lo deja todo patas arriba, con la fuerza de un huracán; como una gran tormenta, con truenos, rayos y centellas.

Sí, yo a veces también odio esas largas y tediosas tardes de domingo...

martes, 19 de enero de 2010

Entre frases hechas y refranes mil veces usados

"No es oro todo lo que reluce, ni toda la gente errante anda perdida". En estos versos de un poema que escribió Biblo en El Señor de los Anillos, poema que habla sobre Aragorn, iba pensando la otra tarde mientras paseaba por las ramblas de mi pueblo. Y me veía a mí misma, errante y perdida. Porque pese a que todos los caminos llevan a Roma, hay veces en las que ni el mapa más completo del mundo, ni la brújula más perfecta, ni el más experto de los guías, conseguiría llevarte por el camino correcto. Y sigues deambulando, sin rumbo fijo, deseando que aparezca una señal caída del cielo, que guíe tus pasos, que te lleve a aquél lugar donde te sientes seguro. Y en mitad de todo el caos, de todas las encrucijadas de este mundo, de todos los caminos andados y deshechos, de todos los mapas y las brújulas, de toda la gente errante (la que anda perdida y la que sabe exactamente hacia donde va), una frase, extraída de una conversación de una de las series más de moda, se cuela entre mis pensamientos "tus brazos son el mejor lugar del mundo". Y es ahí, inevitablemente, como todo lo importante que sucede en esta vida, donde me doy cuenta de que sí, todavía te echo de menos.