sábado, 23 de agosto de 2008

Al fondo a la derecha

Me cago en Marlango, en Andrés Calamaro y en todos los cantautores argentinos habidos y por haber. Me cago en las chicas de pelo corto, en Amelie y en Frank Sinatra con su "Fly me to the moon". Me cago en Hugo Boss, en Quim Monzó y en El Principito. Me cago en Santa Tecla, en los anuncios de tampones sin falda y en los restaurantes japoneses. Me cago en las Cristinas, en las Nurias y en las Maites. Y ME CAGO EN TI, en mayúsculas.

P.D: Te escribo porque sé que ya no me lees. 12-10-07

martes, 12 de agosto de 2008

Habitación 113

Toneladas de gomina que resbalan gota a gota cual cascada por el cuello de su camisa tatuada con labios de carmín ajenos. Litros de perfume barato que se huele a leguas mezclado con el olor de su virilidad avergonzada. Y un cuarto lleno de espejos que consiguen multiplicar por mil sus deseos más ocultos. Y los botones saltan, y las camisas se desgarran, y las medias hacen una carrera para ver quien llega antes a la meta. Y los muelles chirrian, y las paredes gritan, y las luces intermitentes dejan de alumbrar. Y mientras la luna se parte en dos, algo cae, haciendo un enorme estruendo cuando choca contra el suelo. Y gomas, dos, tres, cuatro, que no consiguen borrar el pasado, que dan vueltas y más vueltas al tirar de la cadena.

Se viste, recoge sus cosas. Enciende el motor del coche y conduce casi sin mirar. Y mientras bajo la cama de ese motel de carretera descansa en paz su alianza, una voz le da la bienvenida. Hola cariño. Debes estar agotado. ¿Quieres que te prepare algo para cenar?. Cae de rodillas al suelo, y empieza a llorar como un bebé, abrazado a su cintura, sollozando lo siento, lo siento, lo siento...

domingo, 3 de agosto de 2008

Sexo, drogas y rock&roll

Se levantó una mañana, después de haberse pasado más de 24 horas seguidas durmiendo. Notaba el cuerpo como si en cada músculo le latiese un corazón, pequeño pero potente, y la cabeza como si un grupo de cincuenta adolescentes, bebidos, drogados y cachondos, hubiesen estado haciendo una orgía dentro de ella. Las sábanas bañadas en sudor, y tatuadas con la esencia más pura de su ser, esa sustancia blanquecina y pegajosa que alimenta sus sueños. Al poner los pies en el suelo, y conseguir abrir los ojos, se vio rodeado del caos más absoluto. Botellas de cerveza vacías danzando alrededor de la cama, muebles fuera de su sitio, sillas rotas, cuadros destrozados... y un olor, mezcla de porro y el sexo más salvaje, en el ambiente. Meó, se lavó las manos, la cara, y se miró en el espejo, donde descubrió un número de teléfono pintado con carmín rojo, junto a una frase que rezaba "Soy la del tanga rosa. Llámame". Pasó la mano por encima, y a medida que el carmín iba desapareciendo, aumentaba su resaca. Un café, bien cargado, y una ducha fría, y cada gota caía sobre su cuerpo entumecido como el agua de lluvia cae sobre suelo yermo. Desorientado, como un niño pequeño que se pierde en mitad de unos grandes almacenes, iba recorriendo cada rincón del apartamento como si fuese la primera vez que lo pisaba, y reconociendo, y recordando todo lo que el alcohol le había hecho olvidar. Y repasando hechos, momentos fugaces, que iban llenando los huecos vacíos de su memoria, instantes vividos, o soñados, mezclados en un cócktel molotov, se topó de frente, como quien se choca contra un muro, con una imagen, algo borrosa por el tiempo, que le abofeteó en su rostro cansado, en sus mejillas vestidas con una barba de tres días. Y se agarró el pecho, como el náufrago se agarra a esas cuatro tablas que hacen las veces de barca, intentando encontrar su corazón, y descubrió que ese músculo, del tamaño de un puño, había desaparecido, no estaba donde debiera estar. Y recordó, mientras moría un poco en el recuerdo, que aquella imagen, algo borrosa por el tiempo, se lo había llevado consigo, dejando un reguero de sangre tras de sí.