sábado, 5 de abril de 2008

Misa de doce, velos negros, alpargatas usadas, rosarios y rosas. Y cada campanada rebota en su corazón, formando un charco de sangre que nadie puede ver. Un pasillo lleno de hormiguitas que buscan su sitio, y se acomodan en el anonimato para no perder las formas. Rezos a media voz, padresnuestros, y vuestros, avemarías, concebida sin pecado. Alimento a base de hostias, que llenan su estómago pero no calman sus sed. Cuatro o cinco disparos más tarde todo queda en silencio, y sólo se escucha el llanto de un bebé bañado en agua bendita. Tú eres entre todas las mujeres.

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