viernes, 11 de abril de 2008

Háblame

Háblame, pero háblame despacito, suave y a media voz, porque aunque esté lejos, en la otra punta del mundo, te escucho como si me susurraras al oído. Háblame y cuéntame cómo te va todo, si sigues apostando sin miedo a perder, o grabando aquellas películas de la tele que luego nunca veías. Si todavía conservas tu piedra de la suerte, desgastada de tanto manosearla. ¿Te echaste novia? Es normal, el amor es como un canto de sirenas que a todos acaba por atrapar. Pero no te preocupes, aunque a veces duela, el sufrimiento desaparece cuando te dicen eso de quiero abrazarte hasta que me duelan los brazos, quiero tocarte hasta que me duelan las manos, quiero besarte hasta que me duelan los labios, quiero amarte hasta que me duela el corazón. Lo sé, y te entiendo. ¿Que volviste a fumar? Ya sabes lo que pienso, pero por lo menos siempre llevas un paquete de chicles en el bolsillo, para contrarrestar efectos. ¿Y Tripsy? Seguro que sigue tan juguetón y travieso como siempre. No le eches demasiado la bronca si se mea en el suelo o te babosea los cojines del sofá, sabes que lo hace para llamar tu atención (lo tendrás descuidado, seguro, entre el trabajo y el amor...). ¿Y esas gafas? Ya te dije que tantas horas frente a la pantalla del ordenador pasarían factura. Pero lo cierto es que no te quedan nada mal, te dan un aire así como interesante. Claro que no te estoy llamando aburrido, no seas tonto, lo hago porque me encanta la cara que pones cuando me meto contigo (sabes que lo hago con cariño). ¿Ahora vives aquí? Me alegra saber que las cosas te van bien. Oye, tu chica y tú, hacéis muy buena pareja, es muy guapa. Yo creo que hasta os parecéis y todo. Acabaste la historia justo al contrario de como la empezaste. Eso está bien, sabes que siempre odié los finales previsibles (aunque vivía enganchada a ellos). Bonitas vistas, al lado del mar, como siempre soñaste. Ya te estoy viendo, bañador y toalla en mano, incluso en las mañanas más frías, retando las bajas temperaturas. Nunca olvidaré cómo te sumergías bajo las olas, y me hacías sufrir los primeros segundos, hasta que veía emerger tu negra melena, y comenzabas tu ritual. La tensión en tus músculas hacía que te brillase la piel, y en los días de sol, su luz se reflejaba en ti. Parecías una escultura griega cuando cobra vida. Sí, no te rías de mí, ya sé que cuando me pongo poética te resulto graciosa. No, mal no, al contrario, pero ya sabes que yo siempre tuve debilidad por el pelo largo. Te queda bien, te hace más señor, más maduro, imagino que a ella le debes gustar más así. ¿Te hiciste un tatuaje? ¡Con el miedo que te daban las agujas! Es un símbolo, ¿no? ¿Qué significa? Ah, claro, no podía ser otra cosa... veo que en eso no has cambiado.

Nunca sabrás cuánto te amé, pero ahora ya nada de eso importa. Tengo que irme ya, me reclaman allá arriba. No sé si nos podremos volver a ver, pero tú habláme, que yo siempre te escucho, aunque esté lejos, en la otra punta del mundo, te escucho como si me susurraras al oído. Háblame cuando estés triste, cuando estés alegre. Cuando te sientas solo, o en buena compañía. Háblame, que yo siempre te escucho.

1 comentario:

Os-K-r dijo...

Quizás lo más bonito de tu texto es la posibilidad de que nunca seas leída.


Encuentro asombrosos y constantes parecidos entre tus textos y los míos. Cualquier día me sorprendo descubriendo que tú eres yo (o viceversa).

Besotes :)