sábado, 19 de julio de 2008

Historia cualquiera de una mujer cualquiera en un día cualquiera

Lo primero que hace cuando entra por la puerta es encender las luces de toda la casa. Pone la radio, o la televisión, siempre a un volumen moderado, y se tira en el sofá. Cierra los ojos, respira profundo un par de veces y se levanta de un salto. Deja encima de la mesa del comedor todo lo que lleva encima, llaves, bolso, chaqueta, correspondencia, y sale a la terraza. Se queda en la misma posición durante cinco minutos, después se dirige al baño y abre el grifo del agua caliente. Se desnuda lentamente mientras se observa en el espejo, notando que sus pechos están ligeramente caídos y que le sobran tres o cuatro kilos. Se mete en la bañera, llena hasta los bordes, y se sumerge por completo, aguantando la respiración. Abre los ojos bajo el agua mientras diminutas burbujas van asomando a través de su nariz. No piensa en nada, su mente se ha convertido en una habitación oscura, vacía, sin aire. Inundada su capacidad de reacción, abre la boca y su alma sale volando. Y la mira, y la contempla, callada y tranquila. Y huye por la ventana abierta del cuarto de baño, dejándola así, indefensa y desprotegida, mojada y serena.

1 comentario:

Os-K-r dijo...

Huir de la gente puede ser fácil.

Huir de uno mismo, toda una aventura.

Un besazo enorme.