viernes, 7 de diciembre de 2007

17:35

Tardes de cafés amargos y de telenovelas rancias. De espejos multiplicadores y estanterías llenas de polvo. Tardes de horas interminables, que se alargan como un chicle quilométrico. Tardes que parecen no tener mañana, ni noche, como si existieran por sí solas; como si una tarde desembocara en la tarde siguiente, un tren sin estaciones, del punto de origen al punto de origen otra vez. Tardes de suelos psicodélicos, de crujidos al levantarte, y al volverte a sentar. De voces familiares contando historias de guerreros, risas entrecortadas y preguntas sin respuesta. Tardes de perspectivas contrapicadas, de colores desgastados y fotografías desenfocadas. De bostezos y pestañeos. Tardes y más tardes, y parece que nunca llega la noche, y que el día amaneció hace siglos.

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