lunes, 14 de enero de 2008

De una noche cualquiera

Si te dijera que te echo de menos, te darías la vuelta y saldrías corriendo. O tal vez te quedarías mirándome con esa cara que pones cuando intentas entender la letra de una canción que nunca antes habías escuchado. O quizás me borrarías con tu goma mágica y me dibujarías de nuevo, con unos trazos más firmes, y me pintarías con unos colores más alegres.

Si te dijera que te he echado de menos, me hablarías de tiempos remotos, y me señalarías en el mapa esa cafetería donde todas las mañanas desayunabas creppes con chocolate (bien caliente). O tal vez me darías un beso en la mejilla, cálido y perfecto, para que me fuera a dormir y soñase con los angelitos. O quizás saldrías del coche, dando un portazo silencioso, y te quedarías para siempre en la otra parte del mundo, esa que te separa de mí, y yo mirando desde dentro a través de mil cristales.

Si te dijera que te echaré de menos, me cogerías de los hombros y me abofetearías el alma, y después me sonreirías con esa sonrisa pícara que deshace montañas de nieve en las noches más heladas. O tal vez me amarías como nunca, ni antes ni después, y en mi piel quedarían grabadas tus huellas. O quizás me contarías un chiste sin gracia, y me dirías que la noche es joven. Y reptaríamos por la arena blanca que cubre cada ola, y bailaríamos sin compás, muriendo en cada nota, respirando en cada silencio. Y tus manos treparían por mi espalda, caminos inciertos que recorren el sudor frío. Y mi lengua degustaría tu cuello, ambrosía del Olimpo, manjar de dioses. Y nos esfumaríamos en el penúltimo acorde de nuestra canción, de puntillas, para no hacer ruido, para no llamar la atención.

Y buenas noches, nos veremos, dame la mano que tengo frío.

No hay comentarios: